Palabras volanderas

Hay palabras que viajan más que el baúl de la Piquer (como esta frase hecha). Pasan de boca a oído como una onda más, una onda cualquiera de tantas que nos rodean. Pero la onda de las palabras resuena en los cerebros, se atrinchera en el mundo de las ideas y hasta modifica la conducta del portador. En pocos días una buena onda puede recorrer un país entero, ahora con la red, el mundo. A veces ni conocemos el verdadero sentido de la palabra pero suena bien y a la menor oportunidad, la colocamos en nuestro discurso. Se propagan como la pólvora y no sólo funcionan con el sonido, también con la letra impresa y en las pantallas. Lo malo es que es imposible hacerles un seguimiento, colgarles un transmisor con GPS y seguir su recorrido. Muchas de estas palabras viajeras llevan dando vueltas miles de años, por ejemplo “mamá”, resonando en cada rincón, pasando de un individuo a otro sin importar su ralea. Cuando llegan, muchas son imperativas y dominantes, a los pocos minutos de haberlas escuchado las intercalas en la siguiente oración. Otras, más sutiles, vienen sin hacer ruido pero se quedan mucho tiempo, a veces toda la vida en forma de muletilla. Las últimas ondas viajeras que me han llegado son: reactor, petróleo, tejuelo, prestamista, nuclear, apocalíptico, radiactividad, ipad, litio, portabilidad, triplete, derbi, corrupción, neocon, crisis, desasosiego y humanidad. Esta última aún no he conseguido colocarla en mis frases.

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