Hermafrodita

Paseando por la vieja muralla, desolado, solitario, sobre la piedra fría, encontró mi amada un caracol. Su caparazón es espectacular, dibuja un fractal primigenio, una espiral casi fósil. Miramos a su alrededor y no hallamos más que soledad. Comprendimos por qué estos extraordinarios seres tienen el don del hermafroditismo: su vida lenta y solitaria no les promete muchos encuentros y no pueden desperdiciar una oportunidad de reproducción. Lo rescatamos del páramo que habitaba prometiéndole abundante agua y un vergel de vegetación junto a una yedra. No es un caracol común, lo llamamos Fracta.

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