Un soborno sutil

El soborno es una dádiva, un regalo, pero no un regalo sin más. Es un regalo condicional, con él se pretende conseguir algo que sin duda beneficia al regalador. Según la acepción de nuestro diccionario oficial sobornar es Corromper a alguien con dádivas para conseguir de él una cosa. Además, generalmente se suele sobornar a quien necesita o cree necesitar ese regalo, difícilmente se puede sobornar al que no necesita, imposible es sobornar al ermitaño o a Diógenes.
Sin duda, los mercaderes han invadido el templo tal y como dicen que dijo el hombre que dio nombre a nuestra era, hombre al que nunca se le tomó en serio, aunque sí se le rezan vanas letanías. Los mercaderes se destapan, se quitan la máscara y se muestran tal y como son, sin pensar que esa forma depredadora de ver lo público aflige a los más concienciados.
Un ejemplo, hipotético por supuesto:
“ En tu ciudad hay un equipo de baloncesto que en los últimos años atraviesa una crisis económica y urge de apoyos financieros para su supervivencia. Un día aparece en escena un oligarca potentado que ofrece un regalo económico importante a cambio de que se les autoricen unos proyectos urbanísticos con los que el susodicho multiplicará en beneficios el importe del regalo. Hablamos entonces de ánimo de lucro, ¿Es eso un regalo o un soborno? ¿Qué tiene que ver el deporte con el urbanismo? Si esta proposición se hiciera en el ámbito privado el caso sería punible por soborno y cohecho. Si esta propuesta se hiciera en el ámbito público demuestra una falta absoluta de moralidad. Si encima el magnate aduce que lo hace para crear empleo, la desfachatez es sórdida.”
Si alguna vez el lector, se percata de un caso similar pero que en lugar de ser un equipo de baloncesto es un equipo de fútbol, no lo dude, eso es un soborno hecho público con tenuidad. [Año 1999]

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